Congelado el espíritu
las palabras se evaporan
antes de exteriorizar su ser;
las lágrimas se endurecen
y se quiebran,
sin saber que hacer.
Estancado el pensamiento
el respiro se convierte en tormento,
el camino
se hace pesado;
y la conciencia-eterna compañera
es encarcelada
en la última puerta
del laberinto intermedio...
para no poder escucharla
para que no estorbe
para que no reclame.
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