(Imagen: Doris Salcedo)
Si mis palabras fueran eco
Desearía tocar,
Con la onda del
sonido p r
o y e
c t a
d o
Tu piel
Tus labios
Que el viento re tum be en tu oído
Transmitiendo mi furia
Mi espanto
Mi pasión.
Porque este mundo no está perdido
El lograr ver las sombras,
Es un signo de cordura,
No de esquizofrenia.
Porque el correr
Y ver el HORROR
Nos muestra,
Que las huellas se quedan
Las cicatrices se enraizan
Y engendran
Nuevos fantasmas,
Sofisticados hematomas
Que inflaman un tejido roto
Que sangra y respira
En esta boca sangrante
En mi cabeza chorreando espanto
En mis ojos que no lo creen,
Que no lo quieren creer.
En mi imposibilidad de registro
En mi incapacidad de sentir el impacto
De bala
De odio
De ira
De afecto estallada
De AMOR.
Los gritos queman
Tu llamarada de aire
Vapulea mi costado,
Me deja sin aire
Sin luz,
Sin canción,
El sonido
desaparece.
Me encuentro quieta,
Extrañamente
quieto;
Como amarrada al suelo,
Inmóvil
Sin querer romper el encantamiento
De la multitud furiosa
Aplastante.
Veo y no encuentro
Busco y no ubico…
Miedo profundo,
Confusión latente
Cuerpo entumecido
Impactado
Doliente.
Espacio quebrado,
Prisión de cuerpos
Oleadas sedientas de llanto…
Mi cuerpo jaloneado por los fantasmas
activados.
Y por fin veo
A quienes conozco,
Quienes me acompañan en esta madrugada,
En la que los fantasmas se activaron y nos señalaron.
El cuerpo marcado corre, sobrevive y no
olvida.
Gabriela Montiel
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