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sábado, 9 de abril de 2011

Historia con dos versiones



Por Gabriela Montiel

Simone nació en una familia de intelectuales, padres escritores, tíos poetas, padrinos historiadores. Se crió en una casa colonial, amplia; que le permitía explorar cada esquina y descubrir así la grandeza en las cosas pequeñas.

De pequeña su mamá de vez en cuando la regañaba, porque en ocasiones la veía en su cuarto platicar con seres de esos que no se ven y de los que casi nadie entiende, ni quiere entender. Simone aprendió que para mantener esa comunicación con seres invisibles, era mejor que lo hiciera sin que nadie lo supiera, así no tendría que dar explicaciones ni recibir ninguna queja o regaño.

Fue así como Simone creció y se hizo joven entre exploraciones en esquinas escondidas y mágicas, pláticas ocultas con seres que no se ven, muchos libros, tardes en las que se encerraba en su cuarto, dibujos de personas que nadie en su familia conocía y momentos dedicados a su libro de poemas.

A la edad de17 años su libro de poemas, contaba con más de 500 páginas y se podía observar la evolución de su escritura. Se detectaba una madurez precoz en cada uno de ellos y un antiguo sentir en esos versos, desde los infantiles, hasta los últimos escritos. Muchas veces, escribía de manera desordenada, versos que solo ella entendía, puede que haya sido una estrategia suya de privacidad; otras veces en cambio lo hacía con letra impecable mientras avanzaba en el papel y trazaba los lienzos llenos de pasión y creatividad.

Al egresar del colegio, decidió, con apoyo incondicional de toda su familia, estudiar Filosofía paralelo a cursos de Pintura, ocupaciones que aportaron una brújula a su creación literaria y a su mismo espíritu. Al terminar la carrera de Filosofía conoció a quien sería el amor de su vida: Mateo.

Mateo también era un intelectual, un poeta, pero de esos poetas que necesitan hacer de su vida una tragedia para escribir algo que pueda tocar el alma como un huracán. La diferencia de edades era de 7 años, número que por razones desconocidas significaba mucho para Simone, pero que nadie entendía exactamente en que consistía tal significado. Alto, delgado, de cabello negro ondulado, piel blanca y ojos seductores, Mateo se convirtió en el compañero incondicional de Simone.

Un amor apasionado era el que los unía, de esos amores que aprovechan cualquier rincón para expresar la pasión, el deseo, la locura; de tener la posibilidad de rozar la piel de una persona que se siente conocida desde antaño y que despierta en la piel la libertad desconocida del amor espontáneo.

A sorpresa de la familia y amigos de ambos esa pasión duró 3 años y fue así como decidieron ir a vivir juntos, sin el ritual del matrimonio, ellos decían que no lo necesitaban. Algunos familiares apoyaban su planteamiento, otros lo condenaban.

A los 7 meses de haber iniciado una vida compartida en su propio espacio, Simone una mañana cualquiera, mientras se dirigía a besar con locura a Mateo como siempre lo hacía, cuando este se vestía para ir a la editorial en la que trabajaba; se desvaneció sin aviso, cayendo al suelo como quien es despojado del alma de improviso y sin oportunidad de reaccionar.

Simone abrió lentamente los ojos, se encontraba en su cuarto, con aquel camisón blanco que le parecía tan sensual a Mateo. Luego de estirarse plácidamente buscó con la mirada a Mateo que se dirigía hacia ella con unas tostadas y una taza que podía contener leche o café. Al acercarse Mateo a la cama, la besó apasionadamente y luego ambos acariciaron la panza de embarazo de Simone, ya a punto de mostrarles a un nuevo ser, desconocido para ellos pero amado con locura. El embarazo cumplía diez meses ese día y ambos esperaban.

Esa tarde Simone terminaba un curso de italiano y se presentaba a su examen final, cuando estaba entregando el examen fue que empezó a sentir las contracciones. Ya había leído del proceso de parto, de las técnicas de respiración y ya se había trazado un plan de lo que debía hacer cuando este momento llegará. Sin pensarlo mucho llamó a Mateo a su celular, este emocionado, le gritaba que enseguida iba por ella, ella le dijo que mejor se vieran en el hospital. Simone por la cercanía de la academia de italiano con el hospital, llegó antes que Mateo.

Al llegar al hospital “La Asunción” las contracciones eran casi insoportables y la enfermera que la recibió en la entrada le acompañó al cuarto a que se cambiara y a que la revisaran para saber cuanto tenía de dilatación. Estando en el cuarto del hospital con la bata puesta, llegó Mateo. Luego de unos segundos entró la doctora que atendería a Simone y procedió a revisarla, anunciando que había roto fuente y estaba iniciando el trabajo de parto.

Mateo y Simone se asombraron por como había sucedido todo tan rápido, aunque también ayudaba que Simone toleraba muy bien el dolor, porque para estar teniendo contracciones de parto había llegado muy tranquila al hospital. Ordenaron alistar el quirófano, y Simone se percató del momento, de la intensidad, y se sintió extraña.

Miró a Mateo y este le dijo que no la miraba bien, así que salió corriendo a llamar a la doctora que atendía a Simone. Simone solo sintió el movimiento de la camilla, las luces incómodas del quirófano, mucha gente a su alrededor, Mateo a su lado, tomándole la mano y con rostro preocupado le decía que la amaba. Simone empezó a sentir el cuerpo muy pesado, a sentirse mareada y con dificultad para respirar y lo último que escucho fue el llanto y que la doctora decía: “Es una niña”.

Abrió los ojos poco a poco, el cansancio aún estaba en su cuerpo, sus piernas las sentía entumidas, los labios los sintió resecos y no se pudo estirar como de costumbre. Cuando por fin abrió totalmente los ojos vio a Mateo a su derecha y a sus padres entrando por la puerta del cuarto, su mamá se acercó a la cabecera de la cama, le dio un beso en la frente y le puso un paño tibio en la misma, ella sonrió.

Veía mucha alegría en los rostros de su familia y de pareja, alegría y llanto como quien ha visto un milagro y agradece. Ella se intentó incorporar, lo logró solo un poco y preguntó: ¿Dónde está mi hija?- asombrados sus padres miraron a Mateo con angustia y él dirigiéndose a Simone le dijo: “Tranquila amor, aún estas aturdida, has estado 10 meses sin levantarte de esta cama”.

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